Es cierto que en el fútbol sala actual prima el físico. Durante los primeros dos días de la competencia hemos certificado lo que es una evidencia: es más sencillo aferrarse a un resultado que buscar imponer la superioridad. Esto es, defender es más sencillo que atacar porque, entre otras cosas, destruir está al alcance de cualquiera, mientras que crear requiere de mayor talento. Esto penaliza a los equipos que deben llevar la manija de los partidos. Que Brasil golee a Cuba, eso sí, no es tan indicativo como que Argentina haga lo propio con Ucrania. O que Afganistán consiga un resultado más positivo que España ante Angola no significa que haya empezado con mejor pie. Los cara a cara son definitivos y la diferencia entre selecciones suele reducirse si una de ellas opta por encerrarse en 15 metros para proteger el botín. Es lícito, pero rabioso.
Como suele pasar, los primeros días de competición magnifican las sensaciones previas para bien y para mal. Sólo con el paso de los partidos y los buenos resultados podrían acallarse las críticas provenientes de todas direcciones. Hace tanto tiempo que no ganamos que la tercera estrella se ha convertido en una quimera, como si aquellos tiempos jamás volvieran. Entiendo esa percepción. A mí también me lastra y me entristece. España merece volver a esa primera plaza por tradición, Historia y por regentar la mejor Liga del mundo. Sin embargo, debemos ser conscientes de que no es suficiente para conseguir un oro dejar un muestrario de recuerdos y fotos del pasado. Si "La Roja" quiere llegar a la cima del planeta por tercera vez debe ser capaz de seguir remando con cualquier generación que llegue. Como hace Brasil.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía propiedad de la RFEF.
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