Improvisemos, tú y yo, un juego. Decide tú las reglas, que a
mí ya me basta con verte. Ya ni me importa lo que suceda, lo que gire alrededor
de no sé qué cosas o que se me enfríe el café mientras te observo. Tú, tan
coqueta que olvidas cuánto odio el olor a esmalte y que sonríes cuando lo
recuerdas, tan entrañable que mis ojos te ven nítida y emborronan el resto, y
lo hago hasta tan tarde que mi taza ya está helada. No me importa. Tampoco
encuentro razones por las que debería importarme. Creo que dejaré de tanto
buscar y mi brújula virará a su libre albedrío, aunque siempre te señale a ti,
a tu inicial.
Sabes que lo hago, pero disimulas para que yo disfrute, para
después alzar la vista como quien descubre una nube en el cielo oceánico y
acariciar mi cuello. Me gusta tu delicadeza, la forma en la que te recoges el
pelo o recuperas mis malos gestos. Me gustas hasta cuando te enfadas porque
eres incapaz de articular palabras conexas y sólo alcanzas el cojín más próximo
para tirármelo a la cara. Entonces yo me río. Y tú también. Eres tan
incomprensible que adoro tu enigma, tu siempre
hay algo más que conocer, tu boca al dormir y tu bostezo mañanero.
Hace tiempo que la brújula quedó inmóvil. Desde que
olvidamos el pasado para empezar a vivir nuestro presente, y me da igual quién
nos señale porque nadie disfruta como yo mientras te contoneas y The XX baila contigo, o cuando un solo
espejo es el juguete que nos embelesa durante toda la tarde, ni tampoco cuando
miro a ese pintalabios rojos y maldigo no ser ese objeto inerte que se agarra a
ti. Me encanta cuando usas ese color porque pareces maligna y me seduces.
Soy un estúpido y un cobarde por no encontrar forma de
dirigirme a ti más allá del folio en blanco, buscando una sonrisa que no veré
porque me aterra tu decepción y me sonroja que tus ojos vayan de una esquina a
otra. Me giraré de espaldas inconscientemente a la espera de que digas ya y vuelva a completar la vuelta atrás
con la mirada pegada al suelo y la voz ahogada entre interrogantes autoflagelantes. Pero aquí está uno,
escribiendo las palabras que no se atreve a pronunciar como el niño que se tapa
el roto del pantalón por miedo al regaño de la madre.
Mi Twitter: @Ninozurich.
*Foto tomada de Blogspot.
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