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sábado, 18 de enero de 2014

Nuestro plan

Improvisemos, tú y yo, un juego. Decide tú las reglas, que a mí ya me basta con verte. Ya ni me importa lo que suceda, lo que gire alrededor de no sé qué cosas o que se me enfríe el café mientras te observo. Tú, tan coqueta que olvidas cuánto odio el olor a esmalte y que sonríes cuando lo recuerdas, tan entrañable que mis ojos te ven nítida y emborronan el resto, y lo hago hasta tan tarde que mi taza ya está helada. No me importa. Tampoco encuentro razones por las que debería importarme. Creo que dejaré de tanto buscar y mi brújula virará a su libre albedrío, aunque siempre te señale a ti, a tu inicial.

Sabes que lo hago, pero disimulas para que yo disfrute, para después alzar la vista como quien descubre una nube en el cielo oceánico y acariciar mi cuello. Me gusta tu delicadeza, la forma en la que te recoges el pelo o recuperas mis malos gestos. Me gustas hasta cuando te enfadas porque eres incapaz de articular palabras conexas y sólo alcanzas el cojín más próximo para tirármelo a la cara. Entonces yo me río. Y tú también. Eres tan incomprensible que adoro tu enigma, tu siempre hay algo más que conocer, tu boca al dormir y tu bostezo mañanero.

Hace tiempo que la brújula quedó inmóvil. Desde que olvidamos el pasado para empezar a vivir nuestro presente, y me da igual quién nos señale porque nadie disfruta como yo mientras te contoneas y The XX baila contigo, o cuando un solo espejo es el juguete que nos embelesa durante toda la tarde, ni tampoco cuando miro a ese pintalabios rojos y maldigo no ser ese objeto inerte que se agarra a ti. Me encanta cuando usas ese color porque pareces maligna y me seduces.


Soy un estúpido y un cobarde por no encontrar forma de dirigirme a ti más allá del folio en blanco, buscando una sonrisa que no veré porque me aterra tu decepción y me sonroja que tus ojos vayan de una esquina a otra. Me giraré de espaldas inconscientemente a la espera de que digas ya y vuelva a completar la vuelta atrás con la mirada pegada al suelo y la voz ahogada entre interrogantes autoflagelantes. Pero aquí está uno, escribiendo las palabras que no se atreve a pronunciar como el niño que se tapa el roto del pantalón por miedo al regaño de la madre.

No me queda otra que dejar de lado al alcohol y drogarme de ti, drogarnos los dos. Olvídate del juego, improvisemos sobre el tablero de la vida y creemos un plan, que sea nuestro. Ya lo tengo, es simple: mírame y emborráchame.


Mi Twitter: @Ninozurich.

*Foto tomada de Blogspot.

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