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viernes, 28 de marzo de 2025

Macu, Macu

La Copa de España de Murcia se empezó a jugar mucho antes de lo que pensábamos. Mi cabeza sólo podía imaginar las vicisitudes que puede dar de sí un piso patera en el que cada integrante superaba al anterior, y no precisamente en aspectos loables. Habría unas 12 personas conviviendo en un puñado de metros cuadrados, siendo sólo una de ellas mujer, y el resto tipos con poco sentido del orden. Muy simpáticos, eso sí. A veces demasiado. Este sería el ****. A partir de aquí, anticipar lo que ocurriría en la pista era mucho más sencillo que lo que sucediera fuera de ella. A ver si me acuerdo de todo.

Para empezar, nos saltamos las normas. Si las indicaciones de la RFEF decían que se debía salir del pabellón para ir a rueda de prensa, la mala influencia que ejercía Dani (el normal) sobre Laura les impulsó a saltarse cualquiera de las barreras que tuvieran a su paso, con la connivencia de la seguridad —no tanta— de los allí presentes. Ni siquiera había finalizado el primer día y ya nos estábamos haciendo notar, como si fuera nuestra casa. La mayor preocupación que teníamos al finalizar los partidos no era que Manu o Vélez nos estuvieran esperando en la calle, sino dónde íbamos a comer alrededor de la medianoche. Bueno, y que Laura terminara el Solitario. En ese momento no lo sabíamos, pero Murcia se presentaría como una opción poco recomendable en el ámbito de ocio y —parad de leer, murcianicos— varios escalones por debajo de Cartagena. Facto.

La primera toma de contacto con el piso fue más satisfactoria de lo esperado si obviamos a los especímenes que allí vivían. El espacio era lo suficientemente amplio para que el colchón inflable que traíamos cupiera en el salón y comprobáramos que el compresor que me regalaron con los puntos de la gasolinera sirve para inflar (mini)balones y poco más. Por suerte para nosotros, nuestro grupo cuenta con una cabeza pensante que equivale a todas las demás juntas: Manu ideó un prototipo de inflador a partir de un canuto con las instrucciones del aparato y su propio secador. En tres minutos estaba hinchado el asunto lo que en Barcelona tardó varias horas y dolores musculares. Los que entienden, entenderán. Ese favor le valió a Manu para ser el MVP del viaje, por mucho que Dani (el anormal) pujara por esta distinción a base de audios y vídeos de no más de tres segundos. Al otro Dani (el normal) le hicimos el primer feo: nos limpiamos el culo con la promoción del Telepizza porque, básicamente, o no había o estaban cerrados. Al estar vetado el Domino's, el Burger King nos salvó la vida e Iván Patatillas volvió a la vida.

No recuerdo mucho más de la primera noche, seguramente porque las nanas con las que Cabanillas nos endulzaba la madrugada nos sumía en un sueño tan profundo que no había cojones de despertarnos. Lo más probable es que Adrián "el Peñíscola" también sucumbiera a tales melodías, aunque lo suyo, según sus propias declaraciones a la mañana del día siguiente, se debió a los misterios de la amnesia. "No sé cómo me quedé dormido", lo que contrasta de frente con la versión de los que (medio) trasnochamos para ver los entrenamientos libres de la Fórmula 1. Nuestro colega era perfectamente consciente de lo que estaba haciendo, pues sus comentarios iban en sintonía con lo que sucedía en la pantalla, aunque debemos admitir que esa fuerza divina que le introdujo la somnolencia en el cuerpo también, al parecer, le maniató las extremidades. Poco a poco se trasladó de la clásica postura de sentado a tumbado, lentamente, justo antes de que las zapatillas se desprendieran de sus pies y, como colofón, cruzara los brazos, girara la cabeza y apagara los párpados. Sin duda, uno de los enigmas que marcarán el devenir de la humanidad. Aquí lanzo otro: ¿por qué Sergi puso una "L" en su vape, del mismo color y sabor del de Laura? Según él, para diferenciarlo. Según nosotros, de "lelo".

Al despertarnos, unos, tanto Pitaluga como yo, debíamos cambiar el coche hacia un parquin gratuito, mientras otros, como Dani (el anormal) debía pagar la multa. Lo cierto es que lo que más nos gusta durante estos días, después de ver fútbol sala, es comer, por lo que controlar establecimientos que nos hicieran engordar era otra de nuestras pasiones. Y no repetimos en sitio alguno, así que mérito hay. El desayuno en la cafetería de abajo, con churros o tostadas, qué más da, donde tuve que soportar la presión social de comprar un libro sólo porque el autor era de Tudela. Sí, sí, estábamos en Murcia. Él era de Tudela. No me arrodillé ante tales improperios y me fui directo a comprar un cruasán gigante relleno de pistacho y otro más pequeño de Ferrero Rocher. Me iba a dar más placer, a decir verdad, que esa jauría de derrochadores.

La siguiente parada fue el Palacio de los Deportes de Murcia con el objetivo de que en esta ocasión fuéramos nosotros los que marcaran la diferencia. A día de hoy todavía me pregunto si lo conseguimos. Lo que es incontestable es que los rojos nos alzamos con la victoria, en parte, porque Dani (el normal) sacó sus más altas armas de calidad para contribuir al logro. Y hasta aquí hablaremos de este animal. Fueron más importantes otros aspectos como la hipocresía de un árbitro, Sergi, que con el pito en la boca es muy valiente y que no duda en traicionar sus valores cuando no hay un colegiado mirando. Su derroche como jugador se basó en simular un penalti de forma descarada. Una auténtica desfachatez. Como el control invisible de Cabanillas. Por su parte, "El Peñíscola" se hinchó a parar, con alguna de las intervenciones con más peso que las de Gus a tenor de las propias celebraciones. Hablando de estas últimas, no se puede obviar la que protagonizó Laura, dando vueltas sobre sí misma, después de la asistencia con su hermano italiano, Emen, para que el capocannoniere mostrara sus destrezas dentro de las fronteras ibéricas. La conexión fue tan emocionante que Iván Zancadillas quiso eclipsar el momento con un empujón hacia mi persona. Ninguna de estas malas artes opacó que la conexión hispanoitaliana brindara una nueva victoria al colectivo de prensa. En zona mixta, Laura confesó que la asistencia picada era real: "Totalmente intencionada". Otros no se merecieron ni ducharse si tomamos como referencia el repliegue en 0.25 de Sergi que, no podía terminar de otra forma, finalizó con gol en contra. Quien sí comenzó a labrarse una fama de buena gente fue Cabanillas, a lo Robin Hood, robando la toalla de los árbitros para nutrir el piso de suficientes artículos de higiene. Ellos no la iban a necesitar, al parecer.

Sin embargo, a pesar de toda la parafernalia, lo que nosotros estábamos esperando era ponernos el collar del dueño para degustar los manjares del picoteo gratuito posdeporte. Sin pargar nada. Nos vinieron recuerdos de cuando éramos unos gorrones profesionales, cada día y a todas horas, con la fiel idea de cenar canapés en cada esquina. En esta edición no nos ha salido tan bien, por lo que tuvimos que conformarnos únicamente con el mediodía del viernes. Suficiente como para ahorrarnos unos eurillos, que es a lo que venimos. Esa misma lógica debieron pensar Dani (el anormal) y Pitaluga, que nos jodieron la logística de los taxis porque el patinete era más barato y peligroso, a riesgo de perder una prometida y a un amigo. Misteriosamente siempre había algo o alguien que no llegaba a tiempo.

Una de las incógnitas que pasaba por mi mente era llegar a rueda de prensa y conocer cuál era el nuevo nombre de Raúl. A veces va por un medio navarro y otras, por uno andaluz. El caso es llegar a rueda de prensa y hacer sus preguntas. Más allá de las respuestas de los entrenadores, nos motiva saber de qué modo caerán los palos. En esto también nos puede dar lecciones Sergi. Su push no sentó del todo bien a Antonio Vadillo, que reprobó su cuestión, sacó brillo a las Copas de Europa y finalizó con un palmario "siguiente pregunta". Aquello fulminaría a cualquiera. No a Sergi, habitual receptor de decepciones. Las declaraciones nos daban tanto hambre que casi no cenamos después de la jornada futsalera, ya que nos entretuvimos en pasear por las calles desérticas de la capital de la Región hasta que encontramos el núcleo de población, especialmente adolescente, que se amontonaba en las puertas de los pubs en busca de un beso o una pelea, los dos a la misma distancia. Nos costó, todo hay que decirlo, ya que en un principio quisimos seguir al que presuntamente mayor experiencia (años) atesora: Dani (el normal hasta entonces). Toda la troupe fuimos siguiéndole durante unos 500 metros hasta que Cabanillas dio la voz de alarma: íbamos en sentido contrario. "Senil" fue el adjetivo más suave que se manejó en esas circunstancias hacia el pobre, que quiso incrementar la intensidad de los calificativos cuando, sin buscarlo y a la vez que caminaba, se entrometió en el camino de un árbol y casi se estampa contra el suelo. La planta llevaría sin moverse lustros hasta que Dani quiso sacarla a bailar. No nos quedó otra que cogerle del brazo hasta que dimos por fin con el epicentro de la comida más deliciosa cuando no tienes nada que echarte al estómago. Todo es un manjar. No sé cuántos kebabs y pizzas devoramos entre todos. Teníamos tanta hambre que hasta Pitaluga accedió a comprar al turco. Creíamos que la noche no podía ir a peor porque el cansancio, el dolor muscular y la falta de sueño eran comunes, pero lo cierto es que la aparición estelar del barrendero que nos insultaba y nos animaba a partes iguales nos estuvo unos minutos tan desorientados que casi nos herimos a nosotros mismos. Sobre todo, porque sin saber cómo estábamos en mitad de la acequia de Benetucer como símbolo del patrimonio murciano. Murcia es Murcia por muchas cosas, pero la calle era tan estrecha que al querer pintar Benetucer en el asfalto sólo les dio tiempo a escribir "Benetu", así que el "cer" lo pusieron en un macetero cutre. Había que terminarlo de alguna forma y aquello pareció como si te quedas sin espacio en el folio. Imaginaos lo que puede llegar a sentir un italiano como Emen ante tales exposiciones. Los monumentos en España son inacabables.

Algunos de ellos son, además, inesperados. Los carteles de Murcia son patrimonio de su gente. Un establecimiento lucía uno en la parte alta de la fachada, seguramente colocado con una escalera, en el que se leía: "Al gilipollas que nos arranca los carteles...hemos imprimido 500+". Mensaje directo. Unos cuantos pasos después nos topamos con otra cochera cuyo portón estaba completamente decorado con un vado gigante. Justo encima del mismo se hacía referencia a un consejo: "No me digas que no lo has visto". Este tipo de detalles es de lo mejor que nos ha brindado Murcia, sin ningún tipo de dudas. Otros, no obstante, eran pura supervivencia. Montarse en el último Uber, un Tesla, y que este adelante a los dos primeros sólo se puede definir de una forma: cani con el asiento reclinado hacia atrás. Ese fue nuestro conductor, que nos permitió cambiar la música a nuestro antojo sin decirnos que todas incluían a cantantes que no vocalizaban. El regalo que nos dejó fue un mareo de importantes dimensiones desde el primer acelerón al cerrar la puerta hasta que nos soltó. Ni los tipos de Joma y su supuesta ruleta nos habían revuelto tanto. Bueno sí, la cámara del móvil de Raúl, para la que te tienes que convertir en un Playmobil y moverte poco a poco para encuadrarla. A veces ni eso, apuesto que no funciona con un hombre detrás haciendo más instantáneas.

Mientras tanto, el discurso del tipo de la escoba se basó en darnos información sobre los pubs acordes a nuestros gustos, pero convenció a pocos, los justos para que Álvaro fuera un daño colateral de Sergi en cuanto a despertares se refiere. Salieron de fiesta hasta bien tarde y el pobre arrastra los pecados del otro, así que cada día es una sorpresa, siempre con la intención de tocar los cojones. Entre el himno del Barça —la primera mañana y especialmente la segunda, tras la eliminación del Industrias Santa Coloma— y el juego de luces con zarandeo de sábanas van surgiendo nuevas ideas para dar los buenos días. Todos merecidos. No existe penitencia para alguien cuya respuesta es el silencio a un pedo fétido, también silencioso. El problema es que lo hace tanto en compañía como sin ella. Esa costumbre es más nociva que la que yo suelo practicar, que no va más allá de utilizar los kikos como somníferos. Como mucho, sirvo de entretenimiento en mis siestas repentinas de madrugada, especiales para que Camarillas grabe sus pruebas, Manu me acompañe en la instantánea o se compruebe la papilla que fabrico en mi propia boca. Todo tan divertido como útil. Ni siquiera la Fórmula 1 pudo acudir a nuestro rescate para salvarme de tal escarnio. Emen sería la segunda víctima del sofá de invitados, aunque fuera más parco en palabras que su antecesor. La escena fue tan insólita que también ocurrieron sucesos paranormales como que Hamilton ganara la sprint en China. Todavía estamos discutiendo si se la contabilizamos como la primera en Ferrari o no. Spoiler: ni de coña. Hubo noches que convertimos el salón en el plató de El Chiringuito. Fuimos capaces de trocear las acciones que habían ocurrido horas antes como si tuviéramos conocimiento de lo que hablábamos. Paralelas, fintas, amagues, coberturas, zonas, etcétera. Desplegamos nuestro más amplio lenguaje por el puro arte de aparentar. Si llega a haber fueras de juego en fútbol sala llamamos al arquitecto.

Para esos momentos muchos teníamos guardado en nuestras retinas la verdadera revelación de esta Copa de España más allá del propio Peñíscola. Os pongo ****. En uno de los descansos de los partidos, como siempre con un DJ muy por encima de las expectativas, acudieron a la cita unos unicornios sin demasiada pinta de hacernos gozar. Nos equivocamos. En un intervalo del show, los animalicos comenzaron a hiperventilar de tal manera que contagiaron el ritmo maquinero de cualquiera que les mirara. Su movimiento se convirtió en adictivo para todos ellos hasta el punto de que hubo gente (Laura) que confesó desear reconvertirse en uno de ellos para próximas citas. No le falta razón, pocos han sido los seres que se han entrometido en el camino de jugadores y árbitros, perrearles en la cara y salir de rositas. Desde que se fueron estábamos esperando su retorno.

Estoy intentando recordar qué pasó el sábado por la mañana y no encuentro recuerdos en mi cabeza más allá de dormirme en el sofá con la cabeza de Laura encima, el vaper en una mano y un ronquido distinto que nos amenizó la madrugada, el de un avión. Siempre había aspectos que nos sorprendían y aterrorizaban a partes iguales cuando el sol nos abandonaba. He intentado ganar tiempo con estas líneas, pero ni siquiera con esta estratagema me vienen imágenes a la cabeza. Ah, sí, la quedada de aficiones en el Jardín Chino. Nos reunimos tantas personas de distinto colorido durante tanto tiempo que incluso apareció Murphy, pues justo en el momento en el que nos despegamos del grupo para comprar unas cervezas el resto de la marcha se movió, como si estuvieran esperando ese instante. Nos tocó a unos cuantos correr detrás de la manifestación como si fuera una carrera. Por suerte, nuestro desempeño fue tal que conseguimos repartir los refrigerios sin que ascendiera demasiado la temperatura. Recogimos las pulseras y también nos agasajaron con melones y sandías en el puesto de Jimbee. Poco después acabamos en una cafetería con complejo de bar de tapas en el que teníamos que adivinar, como si fuera una quiniela, cuál de los platos era ración y cuál, tapa. Hubo incluso algunas preguntas, sobre todo de Raúl, que quisieron vacilar al camarero y al final fue él quien se dio con un canto en las dientes. "¿Qué es el pastel de carne?", preguntó. "Pastel de carne", recibió como respuesta. La habilidad de Raúl en muchas ocasiones es atraer las respuestas más simples jamás imaginadas. También le gusta entrar en el juego del despiste, como si estuviera en la pescadería: "¿A cómo va la marinera?". "Por la puerta", cómo si no. Merece mención que los tequeños de Nutella provocaron que me fuera al baño a echar una buena plasta, un detalle que acabarán de conocer todo el que haya llegado hasta este párrafo, incluidos los que compartieron comida en esas mesas.

A veces somos tontísimos, por si no os habéis cerciorado todavía, y eso nos hace sacarnos una sonrisa entre nosotros de vez en cuando. Un ejemplo de la originalidad del grupo es tomarnos fotos cuando uno está haciendo una entrevista —se supone que seria— con un futuro campeón de Copa de España. Una detrás de otra. Una detrás de otra de otra. Una detrás de otra de otra de otra. Una detrás de otra de otra de otra de otra. Y así formar una cola de gente sin ningún tipo de vergüenza, pero feliz. Este drama fue observado por miembros de la Real Federación Española de Fútbol y del propio Santi Valladares sin que ninguno interrumpiera la insolencia de estos zagalicos. Por si no hubiera sido suficiente prueba, demostramos que nos faltan neuronas al organizar bukakes de hasta cuatro vapes y no morir en el intento. Esta vez los espectadores se extendieron a todas las personas reunidas en el FutsalFest, tanto las que estaban físicamente como las invocadas por la afición del Peñíscola al finalizar el concierto. Nos hicieron girar hacia la derecha para que no nos salpicaran los vasos voladores con las que mostraron su alegría. Al retirarnos hacia el piso estaban todavía por venir mi tremenda habilidad para dormirme con comida en la boca (abierta) o la llegada de Dani (el anormal) a las 7:15 horas de la mañana para hacerle un favor a Cabanillas: despertarlo para la carrera de Fórmula 1...que empezaba a las 8. Iván es tan buena persona que jamás va a ir al infierno, por mucho que se empeñe, pues si no le hubiera calzado dos hostias al malaguita. Seguramente no las hubiera notado porque el Red Bull le tenía el cuerpo adormecido. De todas formas, la tortura no duraría mucho, unas cuatro vueltas, hasta que a Fernando Alonso le explotaron los frenos. No había más motivos para permanecer despiertos el domingo.

Antes de seguir, retrocedamos unas horas. Tanto humo de bukake trae consigo consecuencias. Creemos que los vapes, al menos los que nosotros tomamos, no incluyen drogas, pero lo parecía. A la vuelta del FutsalFest nos detuvimos en los típicos grafitis que adornan las persianas metálicas de los bares. Se supone que querían evocar comida, pero resultó todo lo contrario para nosotros. Empezamos a divagar como si hubiésemos consumido sustancias lisérgicas. Eso sí, posteriormente hubo un acontecimiento tan sorpresivo que merece ser relatado y para ello existen dos maneras de sentirlo: con la vista o con el oído. Cuando unos cuantos volvíamos del festival, otros ya estaban cachimba en mano en el piso. Como era normal con más de una decena de personas conviviendo, estábamos en el grupo que no disponía de llaves, así que llamamos al porterillo. Fuimos subiendo escaleras hasta que, a la llegada al rellano de la segunda planta, escuchamos unos ruidos extraños, como jadeos, y nos debatimos si se trataban de seres más de allá que de acá. Mientras el miedo recorría nuestros cuerpos decidimos optar por una técnica ancestral del ser humano: esperar. Al tiempo, un señor calvo que ya habíamos visto unas horas antes escondiendo a una mujer contra la pared, bajó con tanta dignidad que borró cualquier rastro de ridículo. Todos sabíamos que lo llevaba por dentro. Al hacer aparición en nuestra —más ansiada que nunca— vivienda descubrimos otra perspectiva de los hechos, quizá la más esclarecedora. Hacía unos minutos, Manu se quedó algo rallado al comprobar que alguien había llamado al telefonillo y que pasado un rato, nadie había aparecido por la puerta, así que se armó de valor para salir al rellano. Qué sé yo, podía haberse encontrado a un atracador, a Juanita de Glovo o a Brandi, pero lo que vio fueron unas piernas femeninas con unas bragas por los tobillos y, aparentemente, un calvo haciéndole el boca a boca. En ese momento no se le ocurrió otra cosa que llamar al experto en la materia de alopecia, Coronillas, para que le diera su versión de los hechos. Al asomarse a la puerta, dio el dictamen definitivo: era un polvazo en toda regla. Ante tal revuelo, la susodicha creyó que el episodio de voyeur empalmó a los presentes, así que quiso asustarlos porque la curiosidad mató al gato. "Sois un poco cotillas, ¿no?", dijeron las psicofonías. Cabanillas bautizó la experiencia como FutsalSex. Desde ese momento, cada vez que pasábamos por la puerta nos quedábamos pegados a las baldosas.

El caso es que, con todo lo que llevábamos encima, no se nos ocurre otra cosa que organizar un partido a las 11 de la mañana. El único inconveniente es que no teníamos pista porque a las administraciones murcianas no les agrada fomentar el deporte ni dar facilidades para ello. Así que nos colamos en la segunda que pillamos y el fútbol sala llamó al fútbol sala. Se fueron acercando chavales para disfrutar de la pelotica, con especial mención para Elías, con pinta de robar cobre y que acabó echando las bielas porque en Ramadán no puede ni beber agua. El otro logro de la pachanga —por llamarla de alguna forma—, más allá que Vélez se ducha por la mañana aunque vaya a sudar un par de horas después, fue que su colega se destapó como auténtico parapenaltis, especialmente a Dani (el normal). Está grabado, pues el dictador de Futsal Corner es capaz de lo mejor y de lo peor. El gol de penalti de Laura —el único que se metió— también está grabado, aunque cuenta con el inconveniente de que Camarillas no lo envía ni aunque le persigan los fuertecitos. Está más centrado en editar el marcador del encuentro de manera errónea (suponemos que adrede o porque es idiota). A decir verdad, Vélez sólo viene acompañado por ejemplares fuera de lo común. El otro de sus colegas, Cristo Jesús, se quedó a tres euros de acertar una cuenta de 18 personas y dos paellas como dos campos de fútbol. Con ese nombre seguro que recibió un chivatazo, el cabrón. Tuvo que pagar, el margen de error era de un euro. Se siente. También está grabado, claro. Y el tiempo que estuvimos toda la mesa moviendo los vasos que no vuelcan también está inmortalizado de por vida. Somos tontísimos, ya os lo dije.

Hablando de porras, los pibardos nos dimos una cura de humildad. Durante la comida de los 810 euros había tres mujeres y fueron las únicas que acertaron el resultado de la final (3-4). Fran Kake, Belén y Laura nos taparon la boca y las dos últimas se ganaron una cena en el restaurante italiano de la noche, posiblemente el único sitio abierto en Murcia un domingo. Y los demás, a pagar. La verdad es que este tipo de juegos hay quien se les da mejor y otros, peor. Sólo hay que nombrar el complejo que le vino a Sergi de meterse en la piel de Macaulay Culkin y quedarse solo en casa. Bueno, en el baño. Escuchó a todos marcharse y no pudo hacer ruido alguno para hacernos ver que allí estaba, así que cerramos la puerta por fuera. Luego me echó en cara que me lo dijo a mí. Lo escucharían las paredes, como mucho. El caso es que nos íbamos a ir sin él hasta que Cabanillas reparó en su germà. Lo llamó por teléfono y decidimos que el propio Sergi eligiera un número, que sería el encargado de subir todas las escaleras de nuevo y rescatarlo. El que lo llamó, Cabanillas, se puso el móvil en la oreja y, coincidiendo con la respuesta del que estaba allá arriba, se le cambó completamente la cara. Se puso blanco y pidió las llaves. Le había tocado a él. Se hace todo por la familia.

Acabo de recordar, por otra parte, que Alejandro Pitaluga tardó más de la cuenta en llegar al partido de la afición "porque tenía que afeitarse", mientras su novia estaba esperando al sol. Todo muy raro. En ese momento no teníamos todo el **** para entenderlo, así que lo dejamos estar. Sin embargo, en el descanso de la final, con la dance cam enfocando a las dos, aparecieron en el videomarcador. Luego se fueron. Después volvieron y el recolector de camisetas sacó de su bolsillo un anillo de compromiso y allí, delante de miles de personas, Belén aceptó la petición. O eso creemos, puesto que con tanto jolgorio no escuché nada. Habló con la sonrisa. Imaginaos cómo tenía que estar el grupo de WhatsApp del piso con la buena nueva. Sabíamos que Pitaluga se iba a ir de Murcia con más cosas en la maleta con las que vino, aunque no contábamos que también saliera con el corazón de su prometida. Ah, también está grabado.

Lo que también lo está es, sin ningún tipo de vergüenza, es el podcast del debate posterior a la finalización del torneo. En lo que debería ser la noche más triste de todas, cuando nos estamos despidiendo y somos conscientes de que lo bueno tiene un fin, se les ocurrió a estos locos organizar un coloquio con el burbujeo de la cachimba de fondo. Ese era el escenario que merecía tamaño broche. Tal y como somos, al desnudo, algunos más que otros. Como es difícil describirlo, lo mejor es escucharlo y puede que verlo. Recomiendo lo primero para no herir sensibilidades. Todos estábamos seguros de que nuestras últimas horas juntos debían marcar un antes y un después. No sé si lo conseguimos. Lo que sí nos tomamos fue un homenaje de despedida en el desayuno, con sus cosas dulces y sus cosas saladas. Sin escatimar, en el viaje se engorda hasta el último minuto. Es una de las formas que tenemos de alimentarnos, otra es mirarnos a la cara y abrazarnos. A no ser que seas Álvaro y ni siquiera te hayan permitido dormir un par de horas, precisamente, porque ocupan tu cama (sofá) unos cuantos locos grabándose diciendo pulmonías y con emplazamiento publicitario del Mercadona. En eso se convirtió la discusión de madrugada, con el agravamiento de que el propio Álvaro, sin saberlo, tuvo su cuota de protagonismo en forma de ASMR. Encima de que no le dejan dormir, lo humillan. Sello de calidad de esta gente.

Estoy hasta la polla de escribir, pero cada vez me queda más claro que acabar la Copa de España con cansancio mental y muscular no se debe a la edad, sino a la pasión. Por el fútbol sala y, sobre todo, por las personas que lo rodean. La resaca emocional sólo es el preámbulo de unos recuerdos para toda la vida. Y el que acabo de escribir es uno de ellos.


Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografías propias de sus protagonistas.

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