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lunes, 7 de abril de 2025

Ni por esas

Nadie podía anticipar que el fondo de los McLaren, en cuanto a estrategia se refiere, podría estar incluso más lejos de lo que pensábamos. Cómo es posible que aun teniendo el coche más rápido en pista, con el trabajo evolutivo que ello conlleva a largo de los años, las discusiones al final de cada carrera sigan girando en por qué no han sido capaces de maximizar esa superioridad. Ni siquiera intentarlo. No han ofrecido nada nuevo a lo que cualquier neófito en las carreras hubiera optado. Como si en un monoplaza, cuando uno se baja la visera, estuviera pensando que con que el coche vea la bandera a cuadros es suficiente, como si despojar de ambición a los pilotos fuera el principal objetivo de los ingenieros. La Fórmula 1 ya es lo suficiente aburrida como para que uno de los pocos equipos que puede dar espectáculo se concentre en amarreguitismo.


Por suerte, de esas tierras jamás creímos que la esperanza estaba en Max, al que siempre hemos criticado por la tremenda superioridad de Red Bull y que ahora suplicamos que apriete las tuercas a los zoquetes de las papaya rules porque son incapaces de ir a por una victoria que se les presupone. Ni por asomo les pareció suficiente humillación perder la pole position contra todo pronóstico, pues no hubo una reacción sanguinaria como se le presupone a un equipo campeón. Porque si Verstappen debe tener la mentalidad de guardar todos los puntos posibles, consciente de que no tiene el mejor vehículo, es una estrategia de supervivencia obligada por la dependencia de este deporte a esa máquina. Sin embargo, quienes tienen margen para arriesgar porque su superioridad les permite una mayor recuperación del error acaban por conformarse con lo que ya tienen. Y eso es un síntoma de miedo.

La sensación que me da la cúpula de la escudería británica es que tienen pavor a perder un Campeonato de Constructores que se les concede casi desde que hace un año y pico al ser el coche más rápido, que no el mejor equipo. Esto hace que el hipotético ridículo les asfixie siquiera antes de que lleguen los tramos decisivos. Sin embargo, por el simple hecho de percibir esta problemática es suficiente ejemplo de lo que está sucediendo: todos creen que no se están comportando como un campeón. Sobre todo porque son temerosos. No existe una mano firme que apunte en una dirección. No hay un líder presente en todas las carreras qué decida cuál es el piloto a destacar (no digo ya primero o segundo). Existe el pensamiento de que no es demasiado lo que aprendieron del año pasado y su estúpida gestión del éxito. Siguen cometiendo fallos de aguafiestas.

Japón fue la constatación de las intenciones de McLaren: nos protegemos ante un posible crecimiento de mis adversarios. Una falta de ambición tal que explica un deseo de resistir en las últimas carreras si las cosas se tuercen. Dicho lo cual, puede sonar racional, sin duda, y también contra natura de la histórica arrogancia de este deporte. Este ecosistema ha basado la mayor parte de sus 75 años ahondando en la idea de que el pez grande se come al pequeño todas las veces que hagan falta, incluso los destroza y los vuelve a engullir, por lo que mostrar debilidad debería estar erradicado de cualquier comunicación, sea radio o no, y mucho menos que sea tu candidato al título el primero en reconocer los aciertos de Verstappen. Por supuesto, yo confío más en Piastri que en Norris, pero es que ni por esas.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de GPfans.

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