Tengo la sensación de que los últimos años del planeta Tierra ha permitido a sus habitantes vivir situaciones tan atípicas y nunca vistas que todo lo que sucede dentro de los cánones de la propia civilización nos sabe a poco. Un nuevo Papa, por mucho que queramos ensalzarlo como un suceso mediático, ni nos llama tanto la atención ni nos importa de la misma manera que en otras décadas. A los terrícolas nos sube más la bilirrubina que se nos vaya la luz y ponernos a divagar si han sido los rusos o Pedro Sánchez. Es mucho más divertido.
La elección de León XIV como nuevo representante de la Iglesia, si bien nos anima la tarde y los días previos, no deja de ser un suceso un poco menos histórico que una pandemia, la erupción de un volcán o un apagón total en la península ibérica. La humanidad ya no se impresiona por cualquier cosa. Se nos debe interrumpir la actividad totalmente para que nos detengamos a mirar con atención. Ni siquiera que su apellido sea Martínez con claras raíces y trayectoria latinas nos impresiona.
En esto se ha convertido la vida: en ser meros espectadores de hechos. Tanto Tik Tok y tanto Instagram nos ha desvirtuado la percepción sobre lo que debe aparecer en los libros de Historia. De la misma forma ocurre en el gremio de los periodistas, que no sé si decir si sigue siendo el mío o no. Se ha prostituido de tal forma la profesión que se han alterado las urgencias en favor de los clickbaits y el instinto de supervivencia de los medios de comunicación. Ya no se hace periodismo casi nunca, sino que que se lanzan piezas para no morir.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de CNN.
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