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domingo, 20 de julio de 2025

El esfuerzo vale el doble

No voy a comenzar este texto con una recomendación sobre hacer deporte porque ni quiero quedar de pedante ni me considero apto para decir cuándo, cuánto o qué hay que hacer para cuidar el cuerpo y la mente de cada uno. Ni vengo a demostrar por qué la actividad física es esencial para el día a día y para evitar que nuestra herramienta de vivir se mantenga estable y, sobre todo, funcional. Pocos, por no decir ninguno, de los que están leyendo este texto se gana la vida gracias a exprimir su cuerpo hasta el límite, es decir, ser un atleta. Si es así, házmelo saber. Por tanto, si la mayoría somos seres terrenales bien haríamos en darnos cuenta de que la principal razón por la que nos ejercitamos es esa: ser independiente el día de mañana. Hay que tenerlo en cuenta.

Recuerdo que en mi vida siempre ha estado presente el ejercicio físico en mayor o menor medida, siempre y cuando no me mudara a Madrid, cuyo ritmo te fagocita hasta el punto de cansarte incluso sin hacer demasiado. Todo el tiempo y la logística que esta ciudad te obliga a aceptar provoca que tu cuerpo se atrofie y se conforme con llegar vivo a casa cada día. Ese puede ser uno de las peores sensaciones que a uno le puede venir a la cabeza: conformidad. Estuve un par de años sin demasiada movilidad hasta que me mostraron que hacía falta sudar. Por el presente y con el foco puesto en el futuro. En el lejano, más bien, porque mientras nuestro cuerpo asume la juventud con todo lo que le echen, el escudo puede desgastarse cuando las arrugas y las canas aparecen, al igual que "las goteras", como dice mi padre. Hay que cerciorarse lo antes posible.

Desde hace un par de años —tampoco es mucho— me he tomado en serio lo de mostrarse independiente conforme envejezco y, de paso, cuidar la salud mental. La constancia y la disciplina (repito: sin querer ser yo un referente) me parece indispensable si uno se toma en serio este tema. En las últimas semanas, viendo cómo mis alrededores hace tiempo que han superado los 30 años, percibo también la importancia que se le da a estos asuntos, con especial adoración hacia el crossfit (algo que respeto). El gimnasio no es para mí, aunque me alegro de que muchas de mis amistades se refugien en ellos porque tienen un punto positivo: te obligan a apuntarte y a acudir. Te obligan a socializar. Te obligan a compartir el sufrimiento. Y, al final, ser feliz. Es otro método.

Pero la disciplina es indispensable, insisto. Quizá estoy tan pesado porque seré todavía objeto de la continua expulsión de hormonas de la felicidad, ya se llamen endorfina, dopamina o serotonina, qué más da. Lo importante es que nos permiten ampliar el bienestar fruto del ejercicio físico. El hecho es que esta sensación se incrementa, a mi parecer, si el deporte se realiza por la mañana, bien temprano, para así extender su beneficio el resto de la jornada. Acabo de subir corriendo a la Peña del Águila y bajar, con momentos malos —en la subida, especialmente— y no tan malos —en la bajada, claro—, un sacrificio necesario para potenciar que las hormonas hagan su trabajo. Me veo en la obligación de transmitíroslo.

Probadlo, al menos. No lo vais a pasar bien en el "durante", pero una vez limpiéis el sudor con el agua de la ducha comprobaréis en vuestra propia piel si merece la pena ir repitiéndolo. Muchas veces cuesta más: si hace frío, si hace calor, si llueve o si habéis tenido un día de mierda en el trabajo. Ahí es más necesario que nunca: el esfuerzo vale el doble. Probadlo, de verdad.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Sporlife.

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