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sábado, 16 de octubre de 2021

La sala de espera

Por suerte, en mi vida no he tenido que sufrir ninguna intervención quirúrgica. Jamás me he visto obligado de meterme en un quirófano para que me abrieran alguna parte de mí ni he sufrido lesiones de tan alta gravedad que no se pudieran sanar por la propia regeneración del cuerpo humano. Sólo una vez me hicieron un TAC y otro par de veces una radiografía de la dentadura o de mi maltrecho tobillo cuando sufrí una distensión de los ligamentos. Más allá de eso, no ha habido otro motivo por el que yo haya ingresado en un hospital si no es para ver a otra persona (querida).

Espero que así sea por una temporada, si no es mi rodilla derecha la que dice lo contrario. Y es que este párrafo introductorio no tiene otro finalidad que poner de manifiesto que la posibilidad está ahí, que entren a inspeccionar dicha articulación porque algo está fallando tanto que necesita intervención médica desde aquella caída en patinete eléctrico por las empedradas calles lisboetas. De momento, sólo me han trasladado al traumatólogo, algo que no supondría mayor hastío si no es por la espera. No culpo al covid, no culpo a la Sanidad, pero es manifiesto que es una molestia para cualquier ciudadano.

A mí, que mi vida no corre peligro, me han citado para dentro de tres meses. Puedo andar, creo que puedo correr y está por ver si durante esta espera seré capaz de jugar a fútbol —tengo que probarme—, pero ya es algo que veo en el horizonte y que me causa una desavenencia con la vida. ¿Tan mal está la cosa? ¿Tan pocos recursos hay en España? ¿De quién es la culpa de que los tiempos se extiendan hasta poco menos que el infinito?

Hemos normalizado esta espera, pues es algo que nos ocurre frecuentemente a los españoles. Nos acostumbramos a que nos ninguneen. Y no hacemos otra cosa. Casi nunca, a no ser que la situación esté en el límite irremediable. No quiero imaginar a quienes sí sufren dolor y aun así les dan una cita más lejana sin posibilidad de agilizarla, sin tener un enchufe que les eche una mano (otra costumbre tan española) y conscientes de que, ante tanta burocracia, a uno sólo le queda la sala de espera.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Simbiotia.

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