Páginas

domingo, 28 de noviembre de 2021

La angustiosa sensación de que un bicho de efectos desconocidos te muerda en la piscina

Si habéis sido avispados y leído el título antes que el cuerpo de texto, habréis podido comprobar cuál va a ser el eje central de las siguientes líneas. Me aventuraré a decir que muchos (los pocos que haya) de los que estáis leyendo estas palabras se os ha venido una imagen de manera instantánea e incluso, por una vez en vuestras vidas, os habéis sentido vulnerables, frágiles, rotos. Eso me ha pasado a mí esta noche, cuando he soñado que estaba en una piscina gigantesca y sentía el miedo de animales subacuáticos rozándome las piernecicas. Pero, como a todo en esta vida hay que sacarle un lado positivo, recién despertado se me ha venido una idea: ya tengo texto de esta semana en el blog.


Así que en esas estamos y vamos a iniciarlo con una pregunta inocente: ¿a quién no le ha pasado, almas de cántaro, que os habéis sumergido en un sueño con la angustia de que lo horrible que acontecía se volteara en realidad? A todos, ya os contesto yo. Nadie escapa a las garras de Morfeo, por muy guapo o exitoso que seas. El miedo nos invade a todos, por desgracia. Podrás huir de un trabajo, de una comida familiar, de una situación escabrosa, de una discoteca...pero no de un sueño. Estás postrado ante él con la única salida de aguantar el chaparrón.

¿Quién no se ha visto en el colegio, instituto, universidad u oficina en ropa interior? Es un clásico "tierra, trágame". De manual. Una situación que nos aterroriza de niños y vamos madurando sin que nos podamos desintoxicar de este trauma perenne. Es eterno. Seguirá pasando. La mejor respuesta es asumirlo hasta el fin de los tiempos. Es fácil decirlo y escribirlo, pero más difícil demostrarlo. Que me lo digan a mí, que en las anteriores horas he visto cómo lubinas, anguilas y bichos pequeños que pican mucho se metían en mi piscina con la única intención de que yo sufriera entre sábanas. Es un horror contagioso, pues los que me acompañaban en aquel baño improvisado compartían la misma inquietud.

En esas situaciones, como os comenté, pocos tienen la habilidad de hallar la salida, despertar como quien coge una bocanada de aire en el fondo del océano. Pocos pueden abrir los ojos y finalizar aquella pesadilla. Pero a veces sucede, sin saber por qué, uno es capaz de ver la luz y acariciar la almohada con sus mejillas. Ser un luchador y salir vencedor en el ruedo, aunque sólo uno mismo lo sepa en cada amanecer. Si se piensa fuerte y mucho, hasta se puede creer. No de otra manera saco fuerzas para levantarme cada mañana. Y sin una sola picadura.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Diario Correo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario