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domingo, 9 de enero de 2022

Tienes mucha cara

Este fin de semana ha estado parte de mi familia en el piso de Madrid y, como no podía ser de otra forma, han ocurrido hechos poco frecuentes. Cada uno de nosotros tendrá sus propios acontecimientos típicos o característicos de su grupo más cercano, pero la mía, a veces, está dentro de un capítulo de Vergüenza, la serie de Movistar+ protagonizada por Malena Alterio y Javier Gutiérrez en la que sin comerlo ni beberlo se sumen en situaciones de dudosa moralidad y en las que no saben salir por más que lo intentan. Es más, se enredan hasta un punto ridículo.

Sin embargo, hoy no vamos a contar uno de esos episodios, sino un ejercicio de justicia social, un monumento a la ética y una obra de buena fe por un mundo más tolerante. Fue genial y casi sin querer. Empezamos.

Estábamos en una esquina cualquiera del barrio de Salamanca mirando tiendas, que es lo único que se puede hacer en el barrio de Salamanca para una familia media. Lo de comprar ya es para otro tipo de personas. De repente, escuchamos varias bocinas provenientes de vehículos motorizados de cuatro ruedas, esto es, coches. Todos sabemos que los de Madrid están hechos de otra pasta, tienen un sistema mucho más sensible que en el resto de la geografía española. En cuanto se roza, pita. Es normal. Más cuando te encuentras con esas calles de ángulos rectos que se repiten, estrechas y sin hueco libre, salvo milagros del tráfico.

Al girarnos todos a la vez vimos a un coche blanco con el intermitente izquierdo puesto intentando maniobrar hacia un espacio vacío donde pretendía aparcar. Detrás, un coche rojo con suficiente espacio para echar marcha atrás y permitir al de delante continuar. Ese mismo automóvil colorado pitaba incesantemente porque el tráfico empezó a agolparse. Pitaba tanto que temíamos que se quedara sin batería, mientras la propia conductora fumaba y tenía cara de mala persona. Pitaba y pitaba. Y los coches de bastante más atrás seguían haciéndolo, algunos sin ver lo que ocurría o simplemente por el susceptible mecanismo sonoro.

El tiempo pasaba y la mujer del primer coche se bajó a pedir explicaciones, algo que la del segundo decidió responder con una cara de ignorancia total, ante el perplejo público que allí se aglutinaba. Ante la impasividad expuesta, mi prima Pepa se acercó a la mujer para asegurarle que le guardaríamos el sitio mientras daba la vuelta a la manzana y se marchó. Cuando así sucedió, la mujer del coche rojo tenía espacio libre delante y puso el intermitente izquierdo.

No, no podía ocurrir lo que estaba sucediendo. Lo que allí pasó a continuación fue la unión del pueblo en contra del invasor: cuatro miembros de mi familia y un hombre que allí estaba expectante se abalanzaron sobre el vehículo para increpar a aquella arpía en busca de detener esa injusticia. La mujer, con la marcha atrás metida y los pilotos blancos encendidos, obvió que nos pusiéramos detrás, en la propia plaza de aparcamiento, y amagó con acelerar hacia atrás. Fue entonces cuando un dothraki de la actualidad se bajó de su furgoneta y empezó a golpear el coche al grito de: “¡Tienes mucha cara, tira p’alante ya!”. De repente se acabó la ignorancia que expuso anteriormente y abandonó su intención, ante el triunfo local.

Guardamos el hueco hasta que completara la propia vuelta, pero nunca apareció y sólo permaneció nuestra satisfacción (aunque incompleta) de creer haber hecho el bien. Todos convenimos en que habíamos detenido una injusticia y que todo iría mejor si todos nos pusiéramos detrás del vehículo de los políticos, a ver si así no siguen atropellándonos.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Modaes.

1 comentario:

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