Es el último domingo de enero, aunque pudiera ser de octubre, noviembre o diciembre. El cielo está encapotado y al sacar la basura me permitió darme cuenta de que caían unas gotas del cielo. Normalmente me asomo a la ventana para cerciorarme de si el pavimento está mojado, aunque en esta ocasión he debido cumplir con las tareas del hogar para realizar el experimento empírico. Muchas veces son mis gafas las que me alertan de la presencia del agua, como si mi vista se fuera pixelando con el paso de los segundos, así que he recibido el instinto irrefrenable de evitar una tragedia. Me he armado de valor para recoger cada una de las prendas que estaban colgadas de pinzas en las cuerdas. Con suma preocupación me he visto envuelto en una disyuntiva existencial: ¿están mojadas o simplemente frías?
Ser independiente es una concatenación de aventuras diarias. Nunca sabes cuándo va a volver a salir el sol de nuevo o si la semana de lluvias te obligará a convencer a los radiadores para un esfuerzo más. Te enfadas cuando las aplicaciones meteorológicas no dan una y te cambian el plan previsto: hay que destender antes de lo que creías. Esto antes no pasaba. Me molesta que las nuevas tecnologías sean incapaces de avisarme con tiempo si es conveniente coger el paraguas este lunes o sólo será un chirimiri de los que no empapan. Spoiler: al final resulta que sí. O al contrario, extender la carpa para tenerla recogida sin que el agua se persone. Podrían poner el minuto exacto, así no hay quien pueda tener una vida normal.
¿Por qué se gasta el producto de limpiar los baños justo cuando lo vas a usar? Hoy ni siquiera estaba y nadie me recordó la última vez que estuve en el súper que era necesario reponerlo. La vida de adulto suele ser una estafa, no tiene instrucciones y las que llegan suelen venir de casa de papá y mamá de la misma forma que te empujaban el culo cuando empezabas a gatear. Algo me suena. Hemos llegado a un punto borroso en el día a día, ni siquiera sé por qué hay una guitarra sonando en la lista de Amazon Music de música clásica. No me imagino a ningún director con peluca blanca tocando los trastes.
La vida es tan confusa que conviene desconectar cada fin de semana. Una pasajera de BlaBlaCar me lo comentó hace unos días: utilizamos los sábados y los domingos para anestesiarnos, como si olvidar las actividades entre semana nos relajara. No le falta razón, ¿y para qué buscar lo contrario? Vuelvo a alzar la manta y cojo el mando.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Pixabay.
*Fotografía tomada de Pixabay.
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