Y es lo que me ha pasado con Dahmer, pues esas mismas expectativas parecían crecer con el paso del tiempo como si se tratara de un vino. Es de 2022, hace más de un par de años. Me di cuenta de que no me gusta el tinto, aunque me encante el blanco. Me esperaba otra cosa, a decir verdad, aunque la escenografía y la descripción del asesino sea tan precisa como perfecta. Evan Peters me encanta desde que lo descubrí en American Horror Story y es un actor genial para papeles turbulentos, impredecibles y poco convencionales. No es casualidad que uno de sus valedores sea Ryan Murphy, creador del universo AHS. No puedo decir que no me haya gustado, pero sí que me ha faltado esa chispa atrayente para ni siquiera pensar en el teléfono móvil. Para qué mentir, ha habido capítulos en los que no he podido evitarlo.
Es necesaria verla, sobre todo por la concienciación (si es que hace falta) sobre este tipo de personajes y porque han proliferado tanto la documentación de los asesinos en serie que ficcionarlos crea una atmósfera distinta. Quizá sea porque, al menos en mi caso, me he acostumbrado a digerir ciertos metrajes con una única narrativas dirigida, a pesar de que las docuseries siguen yendo hacia arriba. Dahmer es mucho más que muecas y guiños de ojo, de olores nauseabundos imaginarios y policías racistas condecorados. También se intuye un transfondo moral sin ser demasiado explícito y con un componente reflexivo. Estados Unidos es un país psicópata por los líderes de la secta y por los fans que los siguen. Esto también es muy peligroso.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Hypebeast.
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