Páginas

viernes, 3 de enero de 2025

La Virgen

Resulta bastante extraño para mí empezar unas líneas de un libro cuyo contenido no es otra cosa de un elogio de los valores del alzamiento nacional en la década de los 30 del siglo XX a pesar de que ya estemos rozando la del siguiente período secular. No imaginaba antes de iniciar Memorias de un combatiente en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, de Joaquín Ballesteros Calvo, que iba a finalizarlo con más sonrisas que muecas de agravio en mi cara. De estas también las hubo, aunque no con tanta frecuencia como cabía esperar, dado que su autor, al margen de ser bisabuelo de Laura, también ejercía como guardia civil con incuestionables apegos a los pensamientos derechistas sin que esto le reste un ápice de honor por el bien ciudadano, gobernara quien gobernara.


Diría que sus convicciones no siguen los mismos raíles que las mías y que esto no es obstáculo para disfrutar de su prosa. Porque el contenido de sus páginas, más allá de ser trepidante y apasionante, es de un estilo bello. En un par de días me he ventilado las 200 páginas de las que consta sin que me haya referido a mí martirio alguno ni súplica por la venida de su fin. Me he divertido bastante leyendo las peripecias de las que este patriótico fue protagonista, sobre todo las que se desarrollaban en pueblos, caseríos, pedanías y bosquejos de Sierra Morena de la España agrícola, agreste y, en muchos casos de la provincia de Jaén, inculta. Las fechorías de tanto delincuentes de poca monta como de asesinos sanguinarios fueron víctimas de las estrategias de Joaquín para compartir todos el mismo destino: cárcel o sanción, según el caso. Pillados eran, por supuesto.

Estos sucesos engordan el inicio y fin de la obra, a modo de pan antes de que entre en acción el sustento del bocata, que no es otro que los más de ocho meses en los que más de un centenar de miembros de la Benemérita, falangistas y familiares de estos fueron reducidos en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, a 33 kilómetros de Andújar, antes de ser atrapados por los servidores republicanos, muy mayoritarios. Insisto en leer todas estas líneas con clara perspectiva de lo que se quiere comprender, donde no hay un alegato demasiado evidente hacia un bando, sino la descripción de una experiencia funesta y épica como asedio contra las inclemencias meteorológicas, el hambre, las bombas y, también en cierta medida, la muerte. No hay héroes. La Historia de nuestro país ofrece vergüenzas en demasiados rincones y nadie se salva. Ballesteros no utiliza su verborrea para convencer (la obra fue terminada en 1960), sino para exponer unos hechos donde lo más sencillo era morir. De hecho, muchos prefirieron suicidarse con el cañón en la boca visto lo visto.

Suficiente metralla y sangre se relatan en esas líneas como para seguir metiendo dedos en las llagas. Como quien lee una película, el lector atiende atónito al valor de varios hombres, mujeres y niños que expusieron la valentía en su máximo esplendor aunque no fueran conscientes de si su causa era la correcta o no.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de Muy Interesante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario