Lo digo yo, andaluz, y con gran dominio de las lenguas. Con relativa sencillez —dentro de mis limitaciones— puedo comunicarme en inglés con casi cualquier persona del resto de Europa. Entiendo lo que me dice, la escucho y a veces hasta le contesto. Sin embargo, es entrar en la conversación uno de esos guiris y todos los listenings que he escuchado en mi vida, ya sea en el colegio, instituto o escuela de idiomas, los mando a la basura imaginaria que se encuentra al fondo de mi cerebro. No sirven para nada. Se me queda la mente en blanco y sólo atino a conectar palabras sueltas que creen un determinado contexto. A veces acierto y otras, menos.
Una de las cosas que no soporto es que dejan sílabas en el aire, como si fueran tan perezosos que no quisieran dar pistas a su interlocutor. Lo curioso es que mantienen ese aire de delicadeza y sofisticación, pero que en realidad no es más que condescendencia. ¡Quieren que el resto adivinemos sus pensamientos! Están tan cansados de ser cool que no pueden evitar mantener ese estatus con tal dejadez. ¿Cómo es posible que los demás nos afanemos con esmero en aprender un idioma, que ellos ni se planteen aprender otro y sintamos constantemente que somos estúpidos? En esta semana que he estado en Mánchester, sí, me ha pasado.
Incluso cuando intentas mimetizarte con su ambiente, dejar de pronunciar algunas sílabas y poner esa musicalidad de porcelana en el ambiente recibes a cambio una mueca de incredulidad típica de estar escuchando gaélico. Aunque esto último puede deberse a conjeturas propias, quizá porque no quiera asumir que tengo que trabajar mi oído para que todos esos palabros acaben resultándome familiares y así tener en mente otro texto que escribir cuando lo domine. Puede que eso sea mucho imaginar.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de CNN.
*Fotografía tomada de CNN.
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