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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Hazte coherente

Me levanto angustiado de la cama, al igual que todos los días, con cara de pachón y cabello de lobezno como costumbre de las primeras impresiones matinales. Nadie se levanta con January Jones al lado y, mucho menos, como ella, así que déjenme en paz. El movimiento instintivo ya es inevitable, mi dedo índice busca el botón de encendido en el ordenador, por aquello de que es la salsa de nuestra vida. El puesto del agua ya se lo llevó la electricidad, no se vayan a pensar que voy regalando muestras de cariño así como así. A decir verdad, he logrado automatizar hasta tal punto ese movimiento que no necesito tener los párpados abiertos para encontrar el interruptor, me basta con dar dos pasos y medio. Sí, estoy domesticado.

Y qué hay de un día si no empiezas en el Facebook. Mi angustia crece. Veo en las actualizaciones la cara de una anciana afectada. Me preocupo. Dicen que se llama Chus Lampreave, no me suena, yo sólo la imagino en alguna de esas películas que están hechas mal adrede y que de su cutrez hacen la virtud. Miro en su Wikipedia pero no encuentro rastro de Mortadelo y Filemón. Vuelvo a Facebook y, al parecer, todo el mundo habla bien de ella. Tengo la sensación de que es la primera vez que leo su apellido. Tengo la sensación de que a muchos también les pasa, pero que saben disimular. ¿A qué se debe tanto apogeo social? Raro es el día en el que la mayoría de la comunidad cibernética coincide en el gusto. Es entonces cuando intento reunir los temas de mayor éxito: descarto el sexo (por edad), el deporte (por edad) y la política (por dignidad). Mejor veo el vídeo.



¿Acaso necesitamos un spot publicitario para darnos cuenta de que esperar únicamente demora el actuar? ¿Acaso no aprendimos del añopasado? ¿Acaso 120.341 reproducciones (hasta la fecha) cambian la realidad? ¿O sólo nos la modifican? ¿Acaso es necesario que alegren la Navidad con prejuicios? ¿Acaso no habría que retirar los chorizos en vez de promocionarlos? ¿Acaso no están ya caducados? ¿Verdaderamente un anuncio tiene alguna finalidad más allá de vender? ¿De verdad nos lo creemos? ¿Acaso no habrá que emigrar para que algún día se deje de hacer? ¿Acaso hace falta recordar que los tópicos españoles no son productivos? ¿Que eso de hablar fuerte y abrazarse no da dinero? ¿Acaso nadie intercambiaría el mute por 2.000 euros mensuales? ¿Acaso una nacionalidad significa algo? ¿Por qué no optamos por curtir la nacional personal, la que no viene de serie? Al fin y al cabo, es un anuncio, una ficción.

Pero me divierte ver la esperanza frente a un ordenador, una ventana al mundo que recorremos siempre desde la misma silla. Nos empeñamos en abarcar el todo en una mesa de escritorio y aplaudimos cuando nos descubren, cuando descubren nuestros defectos y los aliñan con rostros populares que fingen ser nosotros. Nos identificamos y sonreímos. También lo compartimos porque queremos hacer al resto partícipes de las virtudes que despacha Campofrío, no vaya a ser que disfrutemos de nuestra miseria en soledad. Ya está, publicado.


Es hora de apagar el ordenador.


Mi Twitter: @Ninozurich.

*Foto tomada de Deia.

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