Una persona convencional, de esas que
no contestan a tus mensajes de Feliz Navidad (sí, es a vosotros, os
tengo anotados en una libreta), haría un repaso a su 2013 recordando
los buenos momentos que ha dispensado o las malas experiencias que de
él ha aprendido. Pero el que escribe estas líneas no se considera
ni mucho menos una persona común, dejemos ya el tema si hablamos de
que atiendo a la normalidad, porque por mucho que me empeñe en
serlo, jamás podría alcanzarlo. Antes de que recarguéis vuestras
escopetas con balas marca “arrogante”, permítanme clasificarme
dentro de una rareza que yo mismo he acuñado con el nombre de
Cochetofobia. Me explico.
No me digan que es de personas muy
cuerdas que en mi año haya tenido hasta cuatro percances con los
vehículos de cuatro ruedas. Desgraciadamente, mi amada C15 ha sido
protagonista de uno de ellos, muy a mi pesar. Yo no quería hacerle
daño. Simplemente, ocurrió de la misma forma que el marido
encuentra al amante en su propia cama jugando al parchís con su
esposa: algo se olía en el ambiente, pero hice caso omiso. La
furgoneta en cuestión, no contenta con adornar su exterior con
flores, mariposas y farolas con gatos negros (sí, negros, debí
haberme dado cuenta antes), a veces aderezaba mis viajes con una luz
amarilla. Muchas veces se encendía, otras no. Opté porque se
trataba más bien de un mal pasajero, una jaqueca corriente que
derivó en algo de la culata. Sonaba mal y acabó peor. Murió
durante varios meses. Ahora, gracias a mi padre, resucitó y vuelve a
hacer sonreír a quien se monta en ella.
Prosiguiendo con mi enfermedad
inventada, pinché dos veces (DOS VECES) la misma rueda (LA MISMA
RUEDA) del mismo coche (DEL MISMO COCHE) en un mes (diagnóstico
rápido: Cochetofobia). Sé que mi Toyota no me apreciaba en
gran estima desde que adornaba mis primeros días de carné con
tiradas de embrague y una incipiente tortícolis, pero se apartó de
mí irremediablemente desde aquella vez. Incluso de copiloto, si
acaso, noto su frialdad. Con tres accidentes ya en mi palmarés
de poco más de dos años en la conducción pensé que esto derivaría hacia dos lados: el cupo estaría al completo y habría
temporada de tranquilidad (respuesta a) o que se convertiría en una
tradición instaurada por un tiempo (respuesta b). Antes de que
pudiera escoger una opción acaeció una noche en Granada que se llevaría mis dos
retrovisores. Cuarta y última del año. ¿Entienden ahora eso de
poco convencional?
A este 2014 le pido, si es que tengo
potestad para dirigirme al ente abstracto de un año, o a los Reyes
Magos, ya que estamos, que al menos durante los próximos 363 días
(fechado a 3 de enero y todavía sin problemas) que sólo me depare
un pequeño bollón en el parachoques o un agujero en la tapicería,
si es que no me excedo mucho. Ah, este último año abandonaré, con
más regocijo del que se puede apreciar, el teléfono móvil que me
ha acompañado durante los últimos tres. Sí, ese Nokia X6 Sapiens
con una desarrollada habilidad para apagarse cuando le viene en gana
y del que lo único aprovechable es un Whatsapp que no
reconoce ni vídeos ni enlaces ni a veces a su propio amo. Con el
próximo, al menos, espero tuitear.
Siguiendo con mi extrema humildad,
agradecería que la amistad fuera lo único que no cambiara. Déjalos
como están, año 2014, que me hacen feliz tal y como son, que se está muy bien con el Jägermeister en feria, con cuerpos que bailan o con caídas en mitad de la muchedumbre sin
saber bien por qué. No me traigas, por favor, amigos a los que les
gusten los sugus de piña, esas personas tienen el mismo nivel de lealtad que Joffrey Baratheon. Los míos ya están colmados conmigo
por muchas décadas. No dejes que se vayan. Por mi familia no te pido
nada, porque sé que gozan de una bondad que les impide abandonar al
niño aunque éste tenga 50 años y dé con la cabeza en el
techo.
Otra cosa, oblígame a escribir. A
escribir mucho, mucho. Y a leer (aunque un poquito menos). Que si de
algo he de hacer en este último curso es a manejar la herramienta
que -espero- me vaya a dar de comer. Y dame ánimo, pero ánimo de
verdad, no del de Campofrío. Ah, y gracias porque esta Nochevieja,
al menos, no me pasé las horas pidiendo una copa y las aproveché para bailar.
Y que 2014 sea ella (y que también sea
poco convencional).
Mi Twitter: @Ninozurich.
*Fotos tomadas de Blogspot y Whicdn.
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