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viernes, 3 de enero de 2014

Mis cosas para 2014

Una persona convencional, de esas que no contestan a tus mensajes de Feliz Navidad (sí, es a vosotros, os tengo anotados en una libreta), haría un repaso a su 2013 recordando los buenos momentos que ha dispensado o las malas experiencias que de él ha aprendido. Pero el que escribe estas líneas no se considera ni mucho menos una persona común, dejemos ya el tema si hablamos de que atiendo a la normalidad, porque por mucho que me empeñe en serlo, jamás podría alcanzarlo. Antes de que recarguéis vuestras escopetas con balas marca “arrogante”, permítanme clasificarme dentro de una rareza que yo mismo he acuñado con el nombre de Cochetofobia. Me explico.


No me digan que es de personas muy cuerdas que en mi año haya tenido hasta cuatro percances con los vehículos de cuatro ruedas. Desgraciadamente, mi amada C15 ha sido protagonista de uno de ellos, muy a mi pesar. Yo no quería hacerle daño. Simplemente, ocurrió de la misma forma que el marido encuentra al amante en su propia cama jugando al parchís con su esposa: algo se olía en el ambiente, pero hice caso omiso. La furgoneta en cuestión, no contenta con adornar su exterior con flores, mariposas y farolas con gatos negros (sí, negros, debí haberme dado cuenta antes), a veces aderezaba mis viajes con una luz amarilla. Muchas veces se encendía, otras no. Opté porque se trataba más bien de un mal pasajero, una jaqueca corriente que derivó en algo de la culata. Sonaba mal y acabó peor. Murió durante varios meses. Ahora, gracias a mi padre, resucitó y vuelve a hacer sonreír a quien se monta en ella.

Prosiguiendo con mi enfermedad inventada, pinché dos veces (DOS VECES) la misma rueda (LA MISMA RUEDA) del mismo coche (DEL MISMO COCHE) en un mes (diagnóstico rápido: Cochetofobia). Sé que mi Toyota no me apreciaba en gran estima desde que adornaba mis primeros días de carné con tiradas de embrague y una incipiente tortícolis, pero se apartó de mí irremediablemente desde aquella vez. Incluso de copiloto, si acaso, noto su frialdad. Con tres accidentes ya en mi palmarés de poco más de dos años en la conducción pensé que esto derivaría hacia dos lados: el cupo estaría al completo y habría temporada de tranquilidad (respuesta a) o que se convertiría en una tradición instaurada por un tiempo (respuesta b). Antes de que pudiera escoger una opción acaeció una noche en Granada que se llevaría mis dos retrovisores. Cuarta y última del año. ¿Entienden ahora eso de poco convencional?

A este 2014 le pido, si es que tengo potestad para dirigirme al ente abstracto de un año, o a los Reyes Magos, ya que estamos, que al menos durante los próximos 363 días (fechado a 3 de enero y todavía sin problemas) que sólo me depare un pequeño bollón en el parachoques o un agujero en la tapicería, si es que no me excedo mucho. Ah, este último año abandonaré, con más regocijo del que se puede apreciar, el teléfono móvil que me ha acompañado durante los últimos tres. Sí, ese Nokia X6 Sapiens con una desarrollada habilidad para apagarse cuando le viene en gana y del que lo único aprovechable es un Whatsapp que no reconoce ni vídeos ni enlaces ni a veces a su propio amo. Con el próximo, al menos, espero tuitear.

Siguiendo con mi extrema humildad, agradecería que la amistad fuera lo único que no cambiara. Déjalos como están, año 2014, que me hacen feliz tal y como son, que se está muy bien con el Jägermeister en feria, con cuerpos que bailan o con caídas en mitad de la muchedumbre sin saber bien por qué. No me traigas, por favor, amigos a los que les gusten los sugus de piña, esas personas tienen el mismo nivel de lealtad que Joffrey Baratheon. Los míos ya están colmados conmigo por muchas décadas. No dejes que se vayan. Por mi familia no te pido nada, porque sé que gozan de una bondad que les impide abandonar al niño aunque éste tenga 50 años y dé con la cabeza en el techo.

Otra cosa, oblígame a escribir. A escribir mucho, mucho. Y a leer (aunque un poquito menos). Que si de algo he de hacer en este último curso es a manejar la herramienta que -espero- me vaya a dar de comer. Y dame ánimo, pero ánimo de verdad, no del de Campofrío. Ah, y gracias porque esta Nochevieja, al menos, no me pasé las horas pidiendo una copa y las aproveché para bailar.

Y que 2014 sea ella (y que también sea poco convencional).



Mi Twitter: @Ninozurich.


*Fotos tomadas de Blogspot y Whicdn.

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