Hay algo de torpeza humana en posicionarse en un lado o en otro. Los bandos tienen tanta razón que uno se cree portador de la única verdadera, como si entrara en cualquier taberna del oeste y el simple chasquido de sus puertas de vaivén provocara el silencio entre los presentes. "Ahí viene el sheriff, que no nos note". El descuido humano no viene por apropiarse de una opinión, sino por la imposición de la misma. La gente es (somos) tan testaruda que arriesgamos la amistad por un "¿Ves?, te lo dije". Orgullo propio. A veces disfrutamos más por la caída del prójimo que por salir victoriosos. Estamos hartos de ver ejemplos cada día. Las elecciones catalanas, el dilema más reciente, tuvo contentos a todos. Matizo, más bien, pues dejó a los presentados disconformes por los resultados del resto y con la sensación de que la paz regional ni siquiera estaba convocada a las urnas. Me recordó a lo que ocurre cada presentación del EGM, cuando cualquier medio gana y uno se pregunta si al final Arbeloa alzará el Balón de Oro, vistas las entelequias.
Hablaba de torpeza porque sigue siendo primitivo aquello de autoengañarse con cifras, la nueva religión del mundo interactivo. Hoy en día un número puede cambiar la autoestima y el porvenir de una persona corriente. Incluso de una familia, si es rojo. Lo peor para el estudiante es llegar a su hogar, después de una jornada laboriosa de sigilo para evitar que el profesor le requise el smartphone y desatar la furia materna por un 4. Una cifra y adiós verano. Infancia truncada por un suspenso en Matemáticas (más números). El puñetero tiempo, otro concepto estadístico a su manera, procura asfixiarnos por las restas y sumas con las que a menudo salpica la vida. A unos, por puntuales, y a otros, por irrespetuosos. En la política, en el trabajo, en el amor...pasa lo mismo. Un cero menos arreglaría el problema del desempleo en España y no importaría si Rajoy nos considerara europeos o congoleños, pero la misma situación en tu nómina acarrearía, posiblemente, un par de escupitajos (dos, otro bonito número) en la cara de tu jefe, con el consiguiente (uno) despido.
En una pareja hay que tener muy claro qué cifras utilizar, pues de enviar uno o tres WhatsApps puede desembocar en el cónyuge cierto malestar, por no apreciarlo o por demorarte cinco minutos en proporcionarle una respuesta. Cinco minutos, además, es el concepto más ambiguo con el que se puede tranquilizar al novio/a. Cinco minutos nunca son cinco minutos del mismo modo que la carne al punto no es igual para todas las personas: depende del gusto de cada uno. Cuando se encara a una mujer uno debe tener claro el adjetivo que siempre las acompaña, "calculadora", pues esa palabra no llegó tan alto por casualidad, sino a base de esfuerzo y, sobre todo, fechas. Ser pareja de una mujer entraña riesgo, más si se trata de un hombre, que adolece de cierta indolencia para memorizar momentos que la parienta tiene serigrafiados en el corazón. Mi consejo es adquirir en cualquier establecimiento oriental una libreta en la que grabar cada instante susceptible de ser reprochado por la pareja, de modo que, por la mañana, un simple hojeo te recuerde en qué día de estás hasta que Facebook te recuerde la primera vez que le compraste su helado favorito. Ahí ya podrás intercambiar los bombones por el pinchito.
Es recomendable, cuando estás en una relación, no tardar demasiado en darte cuenta de que estás en el peor bando. El perdedor. Al menos, no ser el último en tener conciencia de ello. Los más optimistas dirán que toda pareja está en el mismo lado, pero lo hará vetado por su condición de inexperto, pues no se explica que uno sea tan positivo para entregarse por completo, preso del pagafantismo expositivo (sin miedo a mostrarlo como el que muestra una quemadura de plancha: prueba irrefutable de la estupidez). No digo que haya que llamar a la desconfianza, pero la naturaleza nos la puso ahí, en el alma, para no quedar como panolis. Tenemos que arrimarla suficiente hasta nuestro bando para prevenir, no para solucionar. A pesar de esto, algunos seguimos perdiendo.
Qué se le va a hacer. No estamos hechos para estas guerras de trincheras y nuestra intención pasa por salir de la batalla con una pierna menos para sentirnos mínimamente satisfechos. Todo para que no convoques un referéndum, una consulta con tus amigas y me declares la independencia.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotos tomadas de TotalProSports y Giphy.
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