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sábado, 14 de marzo de 2020

Aunque te joda el orgullo

El teléfono móvil me va a explotar y no precisamente porque sea una persona solicitada, sino por la cantidad de información que nos llega en forma de alertas: noticias, novedades, alertas y, como sabéis, grupos de WhatsApp. La histeria se ha desatado en la calle y en el mundo virtual. Son varios las conversaciones grupales que tengo activas de distintas personas de mi entorno: amigos de la universidad, trabajo, familia, amigos de siempre, amigos de viajes, íntimos, etcétera. Y todos, de forma sistemática, acuden al coronavirus como epicentro de los temas. Coronalocura.


La irrupción de esta pandemia, como "Chocapic", ha dado una vuelta a la sociedad mundial y, poco a poco, aunque nos está constando, a la española. Las redes sociales tienen su función alarmista bien definida, tanto para expandir la neurosis general como para poner de manifiesto la estupidez mayoritaria de quienes tenemos de vecinos y conocidos.

Vivo en Madrid. Desde el pasado lunes, día en el que llegué de Málaga, tenía planeado un desplazamiento desde la capital a Mancha Real (Jaén), para así devolver el coche a mis padres y pasar unos días sin todavía tener constancia de qué pasaría con mi trabajo. Conforme pasaron las jornadas la posibilidad de teletrabajar cogía fuerza y me imaginaba unas semanas de estar en casa de los "papis" con todo lo que ello conlleva: sin cocinar, sin comprar comida, con más espacio, sin "sufrir". Los ojos me hacían chiribitas.

Pero lo cancelé todo.

El BlaBlaCar y el Amovens. Todo. Mi madre me convenció. Mi hermana también. No fue la sociedad. Fue mi familia. Hay que tomar conciencia y responsabilidad social. Si no quieres no lo hagas por las campañas de Instagram, Twitter o YouTube. No lo hagas por lo que ves en la televisión o escuchas por la radio. Hazlo porque te lo dice/diría tu abuela, tu abuelo. Hazlo por ellos. Toma medidas, aunque te joda el orgullo o el viaje: #YoMeQuedoEnCasa

Yo también estaba despreocupado. "Soy joven, China está muy lejos y sois todos unos hipocondríacos exagerados", pensaba. Jamás anticipaba que podría ver los estantes del Mercadona vacíos, como si me encontrara en una película de apocalipsis zombi, pero sin zombis y sin cerebros. Habrá que aclararlo también: medidas no es arrasar los supermercados, es ser precavidos, seguir las instrucciones de los expertos y no desesperar. Somos maduros y obedientes. Esta crisis pasará, más pronto que tarde, si no nos dejamos llevar por los impulsos y usamos la cabeza. ¿Para qué queréis tanto papel higiénico?

Nos volveremos a ver, tan sólo será una cicatriz que les contaremos a los que vengan después. Y nos volveremos a abrazar y a besar. Sólo hay que tener paciencia allá arriba y un libro, Netflix o imaginación allá abajo. Hasta entonces.

Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de MadridSecreto.

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