En mi tercera semana de cuarentena me he decantado definitivamente porque los brazos del reggaeton me acojan para casi cualquier cosa que no sea teletrabajar. Si hay que limpiar, me lo pongo. Si hay que tender la colada, me lo pongo. Si hay que cocinar, me lo pongo. Si no hay que hacer nada, me lo pongo con el volumen más alto. Especialmente para destensar y para tomarse una copa es un ambiente ideal para creerse en un lugar distinto que no sea la propia casa.
De hecho, ahora mismo, mientras escribo estas líneas, estoy escuchando por décima vez el nuevo disco de Bad Bunny, quien me ha ganado por su compromiso social y su desenfado en redes. Yo no acostumbro a poner música cuando actualizo el blog, aunque creo que el aislamiento me está convirtiendo en una persona que agudiza los sentidos. Quién sabe, a lo mejor nos estamos convirtiendo en mejores máquinas. ¿También mejores personas? Habrá que salir a la calle (cuando nos dejen) para comprobarlo.
Ojalá. Y que ir con una bolsa de rafia bajo el brazo no sea picaresca sino conciencia.
Pocas cosas se me ocurren más que contar salvo que me imaginéis contoneando la cintura y perreando por las esquinas de mi piso, fregona en mano, mientras pronuncio "Bad Bunny be be". A casi todas horas.
No hay actualidad refrescante en los informativos. Me explico: no hay eventos, no se puede avanzar y todo circula alrededor de un único tema. Entre cifras y opiniones estoy un poco mareado, sobre todo porque en estos momentos no creo que verter interpretaciones sea útil o efectivo, ya que pueden quedar desfasadas mañana. O dentro de una hora. Mi manera de mantenerme cuerdo es videollamando, buscando el contacto virtual, sólo así uno se siente de otra manera: distinto.
Nos leemos la semana que viene. Este disco todavía no ha acabado.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada del Instagram de Bad Bunny.
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