Intento no ser repetitivo en esta cuarentena, pero es difícil por la poca oferta que me encuentro en casa: el teletrabajo, que pillamos con mucha fuerza, está devorando las horas de mi día. Y lo peor es que me gusta. Uno pensaba en edades más tempranas que lo de la "adicción al trabajo" era un mal que sólo afectaba a los cargos altos —acompañados por un alto salario acorde—, por lo que yo lo veía lejano, lejanísimo, por no decir imposible. Sin embargo, ahora que no tengo nada que hacer veo con buenos ojos que ayer (sábado) y hoy (domingo) me ponga a adelantar tareas y así mañana (lunes) crea empezar la semana con mayor tranquilidad. Mentira: volverá a girar la rueda y a retroalimentarse para llegar al próximo finde con la misma inquietud en la cabeza.
Suerte que empieza la Semana Santa.
Pongámonos a imaginar: si no hubiera aparecido esta pandemia, me encontraría en estos momentos escribiendo desde Mancha Real sobre otra cosa banal de las mías. Pero, sobre todo, habría otra cosa que cambiaría, estaría de vacaciones. Lo he dicho alguna vez, aunque hay que seguir reiterándolo para que nos cale más. Debemos concienciarnos, esforzarnos y preocuparnos: no por nosotros, no somos lo importante, sino por los que nos rodean (pese a estar lejos).
Lo que me lleva a recordar una promesa con un mensaje profundo, el de que nos vamos a volver a ver. Estoy segurísimo. Por eso no me voy a tocar ni un pelo que me crezca en la cabeza durante el tiempo que dure la cuarentena. Ni siquiera la barba. No servirá para salvar vidas —de eso se encargan otros héroes— pero me ayuda a tener un reto para que #QuedarmeEnCasa tenga una motivación clara. ¿Seré capaz de aguantar? No lo sé. Esto es un juego mental, de incertidumbre, donde el desconocimiento del tiempo restante (¿tres, cuatro, seis semanas?) le da vidilla al asunto.
Me tengo que reprimir. No es fácil, pues ayer mismo contribuí a que mi compañero de piso adelgazara su cabeza de algún kilo de pelo. Me contuve, como os digo, de no coger la maquinilla y plantarme una autovía encima de mi almendra. Más incluso cuando estaba acompañándome en la velada una gustosa botella de vino blanco. Son tentaciones que cuesta superar encerrado todos los días entre las mismas paredes.
Despido este texto sin prometer que lo de la semana que viene será mejor, quizá por aquello de tener dos días de fiesta puedo ver La Casa de Papel si es que nadie me la ha destripado antes por Instagram. Hay muchos que sí tienen pelos...de tontx.
Mi Twitter: @Ninozurich
*Fotografía tomada de la revista Esquire.
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