Existen perdones que no se piden, se demuestran. Tengo varios pendientes de la inmensa lista de errores que cometo a lo largo de mi existencia, pero sobresale uno por encima del resto. Te lo debo a ti, Mou, por despreciarte de la manera que nunca imaginé. Uno no es consciente de la oscuridad que almacena en su interior hasta que en el peor momento brota a borbotones, sin ni siquiera tener la decencia y humanidad de frenar. Es horrenda la sensación de no ser consciente de tal vileza hasta que todo está destruido, hecho añicos, y eres tú el que te encuentras ausente. Nunca son suficientes los perdones que se solicitan, no hay límite, ya que yo lo traspasé. He inventado un nuevo rincón del dolor y la decepción, con una llave que me ha quemado la mano y puede que el corazón, y es algo que no puede subsanar todo el arrepentimiento venidero. Tengo que mirarte y sentirte, allá arriba, para que me creas. Lo siento, Mou. Te lo demostraré. No voy a escribirte palabras rimbombantes porque tú has sido más de ir al centro de la cuestión, pero esto es algo para lo que necesito tu atención, aunque no la merezca. No puedo romper este texto en varios párrafos, pues ya he resquebrajado demasiadas cosas. Deseo mantener la unidad de las letras para que lleguen a ti de una vez, sin pérdidas y con la intención de que alguna vez sienta tu indulto. La vida tal y como la imagino no es compatible sin la absolución de aquella culpa de sábado. Existe una barrera que me impide estar en paz contigo y los que te rodearon, mientras que la impotencia empuja mi cabeza para golpearme contra el muro de hormigón. Una y otra vez, una sensación tan angustiosa que me aleja de ti. No es una milésima parte de lo que siente ella, destrozada por tu partida, a la que machaqué sin empatía alguna. No supe ver y me arrepiento. Alcanzo a intuir la ola que se acerca y puede ser mortal. He fallado tantas veces que me siento un imbécil con botas de cemento, incapaz de dar un paso hacia adelante y aprender de ello. Tú no te mereces un imbécil con botas de cemento. No has repartido tanta animosidad para que te correspondan de esta manera apenas te has ido. Te lo pido, Mou, y también te lo demostraré. Porque hoy no soy digno de que me perdones, todavía no. Es esencial tragar con todo lo que está por venir, sólo así se recuperará parte de la bondad que esparcías. Nadie tenía derecho a devolverte maldad y menos en ese momento. Jamás pensé que mi mente se nublara ante las personas que quiero. Te fallé. Os fallé. No puede volver a pasar. No puedes volver a irte. De ahí la fatalidad y la gravedad cometida. No hay otra oportunidad, el respeto está roto. Necesito reconstruirlo. Te lo debo a ti: perdóname.
*Fotografía tomada de 123RF.
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